En el año 1730 en Philadelphia (EEUU) Benjamin Franklin escribió un artículo sobre los distintos accidentes y negligencias por lo que se incendiaban las casas, proponiendo las precauciones que debían adoptarse y los medios para evitarlos. Ese artículo fue muy elogiado por su utilidad y sentó las bases de un proyecto del que, sin tardar mucho, concluyó con la formación de una compañía destinada a la rápida extinción de los incendios y a la ayuda para trasladar y poner a salvo las mercancías en peligro. Se interesaron por  este plan unas treinta personas.

Los estatutos del acuerdo obligaban a cada miembro a tener siempre en perfecto estado y listos para su empleo cierto número de cubos de  cuero, sacos fuertes y cestos (para empacar y transportar las mercancías) que deberían llevar a todos los incendios que se pudieran producir en las viviendas o locales.

Se decidieron en reunirse una vez al mes y pasar una velada social discutiendo e intercambiando las ideas que le fueran ocurriendo sobre los temas de los incendios y que pudieran ser útiles en tales casos. Pronto se puso de manifiesto la utilidad de esta institución y fueron más de los que se necesitaban para formar una compañía los que quisieron inscribirse, por lo que se le aconsejaron que formaran otra empresa, y así lo hicieron. De esta forma se fueron constituyendo compañía tras compañía, hasta el punto de ser tan numerosas que incluían a casi todos los habitantes con alguna propiedad.

En los estatutos se puso el imponer pequeñas multas que tenían que pagar los miembros que no acudían a las reuniones mensuales y lo recaudado, se empleaba en la compra de aparatos de protección contra incendios, escaleras, garfios y otras herramientas útiles, por lo que la ciudad de Philadelphia era la que estaba mejor provista de equipamientos para la lucha contra incendios en sus inicios.